Un emigrante habla con un amigo de lo inteligentes que son las alemanas.
Un día, en un café, viene una alemana y me dibuja un pollo.
– ¡Cómo supo que yo tenía hambre! …. Cenamos, y dibujó una pareja bailando…
– ¡Cómo supo que me gusta el baile! ….
Ya de madrugada…
Va y me dibuja una cama…
– ¡Cómo diablos supo que yo soy ebanista!