Me quedé muy triste en la estación
sin poderte entre mis brazos retener
huyendo de mi vida para no volver
penando en el andén mi aflicción.
Te vi partir entre nubes de vapor
quedando todo mi ser muy herido,
por tu triste partida sin sentido
a solas sin esperanza y con dolor.
Testigo fue aquel gran reloj solitario
de este amor que terminó en calvario,
sin decirme un adiós con tu pañuelo.
La llama del amor quedó en ceniza
en aquella tarde tan gris y plomiza,
gimiendo mi corazón sin consuelo.