A ese corderillo blanco
que me han traído del pueblo
de pelo como la espuma
y ojos limpios y serenos
pretenden descuartizarlo
y tostarlo a fuego lento
para que alegre mi mesa
entre Pascua y Año Nuevo.
No se saldrán con la suya,
que yo eso no lo consiento.
Y es que la culpa de todo
la tuvo el tío Anacleto,
que vino al especialista
y ya me trajo el obsequio
diciendo : » No te preocupes,
aunque falte mucho tiempo,
escucha con atención
y sigue bien mi consejo :
Lo bajas a la cuadrilla,
le llevas leche y pan tierno,
y…hacia el día veintidos,
avisas al carnicero,
y junto con otros suyos
te lo lleva al matadero
y te lo trae degollado
¡ y ya …listo para el fuego !.»
Que no se hagan ilusiones,
que yo sabré defenderlo,
que cuando llego a la cuadra
a llevarle el alimento
demuestra tanta alegría
y se siente tan contento
que se me pone de patas
en los hombros, en el pecho,
y me relame las manos,
y me recuenta los dedos,
¡ y si supiera besar
me cubriría de besos !.
Y cuando bebe la leche
mientras yo sostengo el cuenco,
entre sorbito y sorbito,
lanza un balido pequeño
que me llena de emoción
y sabe a agradecimiento.
¡ Nunca me han querido así
los míos ni los ajenos !.
Y cuando cierro la puerta
y se queda solo dentro
acusa tanto mi ausencia
y me echa tanto de menos,
que me siguen sus balídos
hasta que llego muy lejos.
¡ Para matar tanta dicha
hace falta alma de hierro !.
Si es preciso armaré guerra,
pues yo tengo mis derechos,
que ese corderillo es mío,
me lo trajo el tío Anacleto,
que es mi amigo, mi padrino,
y mi tío predilecto.
Mi familia anda revuelta :
» Que si aviso al carnicero…
que si zumba, que si dale,
que si viene o se lo llevo…»
¡ Armaremos un follón,
porque tienen mucho genio,
y no quieren renunciar
a su plato predilecto !.
¡ Si se arma, que se arme,
no consiento el atropello !.
Y el día de Nochebuena
si no queda más remedio,
yo me quedo sin cenar
que eso a mí me importa un bledo,
pues me espera con cariño
un corderillo pequeño…
¡ Y el cordero, no se mata
aunque se hunda el firmamento!