En un lugar muy discreto
de mi casa solariega
tengo un baúl muy repleto
de cositas Navideñas :
La cuna con Niño viejo
en virutas de madera,
pastorcillos y zagales,
alguno ya sin cabeza.
Un tambor de hojadelata,
espumillón, lentejuelas,
muchas tarjetas escritas,
– y me duele ver las fechas-.
Pergaminos amarillos
con poemas, que en la escuela
escribí yo siendo niña
por orden de la maestra :
«¡ Niñas, a felicitar
a toda la parentela,
decid cosas muy bonitas
y hacedlo con buena letra ! «.
Yo, guardé aquellas cuartillas
con tachaduras y enmiendas,
y las metí en mi baul
después de enviar tarjetas,
y allí están, y a mi me encanta
el encanto que hay en ellas.
La caja con bailarina
que con música de cuerda
y fondo de villancicos
no dejaba de dar vueltas,
¡ ya no tiene compostura,
está coja, casi ciega,
y no la he tirado ya
porque me da mucha pena.
El álbum con los retratos :
dedicatorias perfectas,
ingeniosas, bien escritas,
mucho amor,mucha belleza,
¡ ya se ve, que en mi familia
siempre ha habido algún poeta !.
La mantilla, puro encaje,
pura blonda, pura seda,
que adornó generaciones,
y de tanto » no ponerla «,
el transcurso de los años
ha dejado amarillenta.
Una estrellita de Oriente,
una pobre lavandera
que no tiene ya ni río.
Un estuche con peinetas.
Un gorro de pura lana…
Aquel osíto de felpa…
¡ Mi baúl de los recuerdos !
¡Qué Navidades aquellas !.
Junto a él río mi madre
porque sus niños rieran,
y junto a él lloro yo
porque estoy pensando en ella.