Cruz Roja teje una red social para un envejecimiento saludable

POr ALMUDENA ÁLVAREZ
PALENCIA


Las personas mayores quieren mantenerse activas, aprovechar todas las oportunidades que la sociedad les ofrece para mejorar su calidad de vida, quieren envejecer de forma saludable, participando en la sociedad y en sus avances y a la vez quieren beneficiarse de ellos.


Cada martes, en el Centro de Mayores de San Juanillo, Ana Luz Carrancio dedica la tarde a un grupo de mayores, más de 20, dispuestos a subirse a las nuevas tecnologías. Se encarga del programa de Promoción de la Red y Envejecimiento Saludable, un programa de Cruz Roja en Palencia pensado precisamente para fomentar ese envejecimiento activo y saludable a través del uso de nuevas tecnologías. “Utilizamos la tableta y el teléfono móvil para que pierdan el miedo a usarlos y para que estén más actualizados, pero también como herramienta para hacer otras actividades y trabajar valores tan importantes como la autoestima o el amor a uno mismo”, explica Ana Luz.


Porque el fin último de todas las actividades que organiza Cruz Roja dentro de este programa es tejer una red que mantenga a los más mayores conectados socialmente, que les haga partícipes de la sociedad en la que viven y a la vez en forma física y mentalmente a través de talleres de memoria y musicoterapia, – como los que ha impartido Yanira Castro que les ha dejado marcados- o los paseos saludables por los parques de la ciudad, -una actividad física guiada que les lleva por las Huertas del Obispo, la Dársena del Canal o el Parque Ribera Sur entre otros espacios de la ciudad-, las clases de gimnasia, yoga o taichí, los bailes de salón, las actividades culturales o las excursiones para conocer distintos lugares de Castilla y León. “El objetivo es que estén juntos”, señala Ana Luz. Y en el taller de los martes, el de nuevas tecnologías, nunca falta el buen humor y el compañerismo. “Aquí nos reímos mucho, contamos cosas de nuestra vida, pasamos un rato agradable todos juntos y también aprendemos”, asegura Carrancio.


Ese día de la semana toca aprender a manejarse por la red, saber lo que son las stories de Instagram, que es eso de TickTock, los términos que se utilizan en las redes sociales y en definitiva acercarse al mundo virtual para que estén actualizados y no vean las tecnologías como una barrera. “El objetivo es que cuando algún nieto les hable de TickTock sepan que es una red social aunque no la utilicen”, explica.

“El objetivo es que estén juntos”, señala Ana Luz. Y en el taller de los martes, y “Aquí nos reímos mucho, contamos cosas de nuestra vida, pasamos un rato agradable todos juntos y también aprendemos” añade Carrancio


Pero este martes de febrero la clase es diferente. Coincide el día antes de San Valentín y Ana Luz tiene preparada una sorpresa para invitarles a trabajar el amor a uno mismo, ni más ni menos. Para ello, como cualquier otro martes, cuenta con la ayuda de dos voluntarios, Julia y Walter, y de la voz inteligente de Alexa, que de vez en cuando se cuela en clase y lo sabe todo. Una herramienta muy útil en este programa de acercamiento a las nuevas tecnologías que, con la excusa de San Valentín, sirvió para rememorar las canciones de amor que marcaron la época de cada alumno. “Quiero que cada uno recuerde una canción de su época, que les inspire un buen momento y que se la pidan a Alexa para que la escuchemos todos”, explica Ana Luz.
En la pizarra algunos corazones y una frase: Amarse uno mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida. Sobre la mesa cartas y corazones rosas que llaman la atención de Mercedes, de Juan, de Carmen, de Conchita a medida que van entrando. “Ay qué emoción, hacía muchos años que no me daban un corazón y me regalaban palabras bonitas”, afirma Carmen, gratamente sorprendida.


Es una pena porque no están todos, falta Joaquín, que tenía médico, y Herminia que no se encuentra bien, y Azucena. Porque en esta red que llevan años tejiendo, todos son importantes, y aunque no ponen faltas de asistencia, se pasa lista para conocer los motivos de las ausencias y estar al tanto de sus vidas, con grupo de whatsapp incluido, para darse los buenos días y las buenas noches y hablar de lo que se tercie.


“Nos lo pasamos muy bien, estamos encantados” afirman a coro todos ellos, porque además de aprender a manejarse en el mundo virtual, en esta clase se ven las caras, que para ellos es más importante. “Ninguno queremos aprobar, para volver otro año”, bromea Juan. Y con eso está todo dicho. Algunos llevan más de una década viniendo a estas actividades. “Empezamos con Montse con unos ordenadores de torre y ahora tenemos tablets”, señala Conchita que no dudó en apuntarse a aquellas clases de internet que se anunciaban en un letrero hace más de 15 años. Carmen es otra de las veteranas, y hasta fue pionera en el uso de la teleasistencia móvil lo que le valió un reportaje periodístico y todo, asegura.


“Es un taller muy divertido”, afirma Walter que acompaña a todos “los abuelitos” –como le gusta llamarles- a la clase. Les ayuda a subir al autobús que los recoge para que lleguen puntuales a clase, habla con ellos por el camino, resuelve sus dudas en clase y les acompaña de nuevo de vuelta a casa. Relata que desde que llegó de Perú, hace ya un año, es voluntario de Cruz Roja y participa en Tele asistencia y en este taller. “Yo les ayudo en lo que necesitan, en pequeñas cosas del día a día y a la vez aprendo mucho de ellos”, afirma.


También está Julia, que lleva dos años de voluntaria y está muy contenta porque “es muy agradecido trabajar con personas mayores”, asegura. Dicen ellos, los mayores, que tiene mucha paciencia porque son muy impacientes, hablan todos a la vez y la vuelven un poco loca. Tampoco estaba ese martes Lara, pero se acuerdan de ella. Es otra voluntaria que estudia Patronaje y Moda en Valladolid y ha participado en el diseño del traje del periodista Diego Merayo para la gala de los Goya, comentan orgullosos. “Yo lo vi. Era negro con muchos brillos”, apunta Juan que estuvo pendiente de la alfombra solo por ese motivo.
Después de ponerse al día, la profesora decide entrar en faena y abordar el motivo de la clase que ha preparado para ese martes. “Siempre nos preocupamos de querer a los demás, a los hijos, a los nietos, pero también hay que aprender a quererse a uno mismo”, les dice, para preguntarles a continuación ¿quien es la persona más importante en su vida?. No espera la respuesta porque ese martes tiene un objetivo claro: “Hoy vamos a aprender a querernos a uno mismo”, les dice.
Para eso ha dejado tres tipos de cartas, dos de ellas escritas en primera persona y una tercera firmada por Charles Chaplin, que han servido para trabajar ideas como la autoestima, la autenticidad, la madurez, el respeto, la humildad, la plenitud, el amor a uno mismo y a saber vivir apreciando cada minuto del presente. “Es muy importante tener autoestima”, afirma una de las alumnas. “Pero también cuando das con alguien que tiene la autoestima muy alta, es insoportable”, añade otra. “El que se vaya comiendo el mundo todos los días igual se atraganta”, apunta la profesora. “La vida te coloca rápido, en cualquier momento te da un cachete”, dice otra. “También hay que ver la autoestima como la capacidad de asumir que hay cosas que no podemos hacer, pero no por ello somos menos”, apunta la voluntaria. “No pasa nada por fracasar, hay que levantarse y aprender de las caídas”, continúa. “Pero hay que intentarlo”, dice una alumna. Porque aquí, en esta clase, nada se da nunca por sentado y el debate siempre está abierto a cualquier idea.


“La vida te va enseñando”, zanja Conchita que ha tenido que leer una de las tres cartas y está escrita como una verdadera declaración de amor a uno mismo. “Muy bonito, pero si esto me lo dice alguien me lo como a besos”, asegura al terminar. “Pensaba que me lo decía un tío guapo”, bromea. Pero sabe que es una carta de amor a uno mismo y eso le da pie para reflexionar y pensar que en general todos “estamos muy infravalorados y no nos queremos lo suficiente”.


“Igual antes de querer a los demás hay que empezar por quererse a uno mismo”, afirma la profesora. “Si yo no soy feliz y me levanto con ánimo y alegría nadie me va a poder hacer feliz”, le replica una alumna. Y así continua la clase, abriendo pensamientos, reflexiones, para irse a casa con la sensación de haber aprendido mucho más que a manejar una tablet.

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