ROMANCE DEL PRISIONERO

La primera vez que fui a París, hace más de 50 años, me sorprendió la población tan dispar en cuanto a fiel reflejo de las razas del mundo, e inconscientemente recibí una de las grandes lecciones de vida, y me parece que quedó bien grabado en el subconsciente: La convivencia pacífica y muy hermosa de ciudadanos del mundo. Ante la salvajada, una más, de Abascal, el líder de VOX, al referirse al reparto de menores extranjeros entre las distintas Comunidades de España, afirmando que su partido no será “cómplice de robos, machetazos y violaciones”, he recordado aquella primera experiencia de la ciudad de París, que ahora alargo al contemplar el mapa de nuestro solar patrio, en el que a día de hoy rondan los 7 millones de extranjeros tan españoles como los demás, incluido el Sr. Abascal y muchos de extrema derecha a quienes les encantaría expulsar de nuestro país a quienes no sean como ellos. Yo, al menos, como una inmensa mayoría, me siento encantado de que los futbolistas Lamine Yamal y Nicol Williams sean españoles; y de que la estupenda escritora de origen marroquí Najat el Hachmi, escriba magníficas columnas que leo semanalmente; y de que las cantantes Mayte Martín y Vanesa Martín hayan salido del armario manifestando su amor por otras mujeres, y no se caiga el cielo sobre nuestras cabezas por ser lo que son y manifestarlo abiertamente; y de que el arco iris brille en su esplendor con lo siete colores, y no uno solamente; y de dar las gracias más sinceras a quienes de otros países vienen al nuestro para hacer los trabajos que nadie quiere y cuidar a las personas mayores dependientes con un trato especial; y de que Obama fuera presidente de Estado Unidos, infinitamente mejor que el blanco muy blanco de pelo de zanahoria, el impresentable y delincuente Donald Trump; y de que la calle, la plaza y la casa común estén abiertas a cualquier ciudadano, reconociendo con placer ser ciudadano del mundo antes que del pueblo de origen, por muy entrañable que ello sea; y de que me gusten tanto todas las músicas del mundo, cuando son buenas y no sonidos machacones que torturan el oído: la clásica, por supuesto, y estando donde estás, cómo no buscar, apreciar y disfrutar de las canciones gallegas, las vascas, las catalanas, las castellanas, estando aquí, y la sefardí, la francesa, la italiana... y la intercontinental; y alegrarte de que muchos creyentes no condenen a los que no creen y muchos agnósticos respeten a quienes creen y practican; de que izquierdas y derechas dejen los insultos a un lado y ver a los rivales como enemigos, y sepan pactar y llegar a acuerdos en las cosas esenciales de la cosa pública..., y de que ya nadie se escandalice de la orientación sexual de Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Frida Kahlo, Lorca, Cernuda, Gloria Fuertes, Virginia Wolf, y menos, mucho menos, de ese hijo o hija tuyos que pudieran serlo..., y, por fin, si “la solidaridad es la ternura de los pueblos” hacer de la ternura, los cuidados y la proximidad el santo y seña de nuestro pensar y actuar.

ANGEL DE CASTRO

Sé que es primavera, piensa el preso, y que el calor llega hasta donde vivo y muero cada día. La recuerda en todo su esplendor, agradeciendo que ya pasó el frío crudo del largo invierno. La vegetación  explota en cada rincón y salen los amantes a pasear su dulce amor a quien sirven. 

Menos yo, que vivo y muero en esta prisión en la que siempre es de noche; aunque menos mal que un pajarillo, desde que llega mayo, me da las horas y por él sé cuándo es de día y cuando es de noche, cuándo amanece y cuándo se despide el día, hasta que un maldito cazador ha matado lo que era mi única compañía en esta negra soledad y la sola alegría que me liberaba de estas mazmorras. 

Como homenaje al autor del romance  y con su permiso termino como él: Matómela un ballestero, / dele Dios más galardón. 

Esta es la tarea que he puesto en el taller de escritura creativa y me gusta hacerla yo también, a veces: convertir en prosa la historia que se cuenta en el famoso “Romance del prisionero”, una de las perlas más valiosas de la poesía española, y que analizamos palabra a palabra y verso a verso en sus tres partes tan diferenciadas y fundamentales. Este es el romance: 

Pero vayamos por pasos, para llegar lejos: Advierte que no es normal comenzar con ese, “que por mayo”, señal de que el autor tiene prisa, como le sucedió a Lorca en el Romance de La casada infiel, con “Y que yo me la llevé al río”, más aún comiéndose el primer verso, porque este pertenece al segundo para rimar con los pares restantes, también tenía prisa. Y repite mayo, quiere dar a entender que es plena primavera para el tremendo contrate posterior.  Más, de los 16 versos del romance, ocho los dedica a cantar a la primavera, que la describe como estación de calor, tras el riguroso invierno, los trigos encañan, los campos están en flor y los enamorados sirven al amor, mucho más que amarse sin más, y repitiendo el adverbio “cuando” con su significado del paso del tiempo. Y con el comienzo de la segunda parte nos enfrentamos al contraste con la dulzura de la primavera: “sino yo”, partícula adversativa, y por si fuera poco le añade dos adjetivos precisos, muy significativos, “triste y cuitado”, y que solo se entera del paso de los días por un pájaro, avecilla, le llama afectuosamente. Y por su muerte violenta saca de sus adentros la maldición como plegaria desesperada. 

El resultado ha sido espléndido,  han captado la esencia de la historia y cómo contarla. Han perdido fuelle y fuerza las contadas en tercera persona, porque es él, el prisionero, quien revive la primavera, que es consciente de dónde está y quién le acompaña y es él el que maldice al malnacido por dar muerte a su avecilla amiga.

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