ANGEL DE CASTRO
Sé que es primavera, piensa el preso, y que el calor llega hasta donde vivo y muero cada día. La recuerda en todo su esplendor, agradeciendo que ya pasó el frío crudo del largo invierno. La vegetación explota en cada rincón y salen los amantes a pasear su dulce amor a quien sirven.
Menos yo, que vivo y muero en esta prisión en la que siempre es de noche; aunque menos mal que un pajarillo, desde que llega mayo, me da las horas y por él sé cuándo es de día y cuando es de noche, cuándo amanece y cuándo se despide el día, hasta que un maldito cazador ha matado lo que era mi única compañía en esta negra soledad y la sola alegría que me liberaba de estas mazmorras.
Como homenaje al autor del romance y con su permiso termino como él: Matómela un ballestero, / dele Dios más galardón.
Esta es la tarea que he puesto en el taller de escritura creativa y me gusta hacerla yo también, a veces: convertir en prosa la historia que se cuenta en el famoso “Romance del prisionero”, una de las perlas más valiosas de la poesía española, y que analizamos palabra a palabra y verso a verso en sus tres partes tan diferenciadas y fundamentales. Este es el romance:
Pero vayamos por pasos, para llegar lejos: Advierte que no es normal comenzar con ese, “que por mayo”, señal de que el autor tiene prisa, como le sucedió a Lorca en el Romance de La casada infiel, con “Y que yo me la llevé al río”, más aún comiéndose el primer verso, porque este pertenece al segundo para rimar con los pares restantes, también tenía prisa. Y repite mayo, quiere dar a entender que es plena primavera para el tremendo contrate posterior. Más, de los 16 versos del romance, ocho los dedica a cantar a la primavera, que la describe como estación de calor, tras el riguroso invierno, los trigos encañan, los campos están en flor y los enamorados sirven al amor, mucho más que amarse sin más, y repitiendo el adverbio “cuando” con su significado del paso del tiempo. Y con el comienzo de la segunda parte nos enfrentamos al contraste con la dulzura de la primavera: “sino yo”, partícula adversativa, y por si fuera poco le añade dos adjetivos precisos, muy significativos, “triste y cuitado”, y que solo se entera del paso de los días por un pájaro, avecilla, le llama afectuosamente. Y por su muerte violenta saca de sus adentros la maldición como plegaria desesperada.
El resultado ha sido espléndido, han captado la esencia de la historia y cómo contarla. Han perdido fuelle y fuerza las contadas en tercera persona, porque es él, el prisionero, quien revive la primavera, que es consciente de dónde está y quién le acompaña y es él el que maldice al malnacido por dar muerte a su avecilla amiga.
