“Para el que mira sin ver, cantaba Atahualpa
Yupanqui, la tierra es tierra, no más”.
ÁNGEL DE CASTRO
Así es, miran con la mirada en su ombligo, olvidando las neuronas del cerebro y no se dan cuenta de que la tierra no es plana, que es lo que primero que se ve, ignorando que los ojos y la mirada a ras de tierra engañan, porque hay que mirar más allá de tu pequeñez y tu enanismo mental, y así descubrirías que la tierra da vueltas y vueltas alrededor del sol, no al revés y que es redonda, como una naranja, achatada por los Polos y ensenchanda por el Ecuador, nos decía el maestro de mi primera escuela, don Julián, de agradecida memoria, y lo entendíamos perfectamente, y ya ha llovido, porque así era y es todo lo que se mueve en el firmamento, nada plano, todo curvo y perfectamente redondo como la infinita redondez del universo. Y todo muy complejo, nada sencillo e inteligible a la primera de cambio, de respuestas planas con aire populista y de fácil demagogia. Y en la tierra, además de tierra, polvo, dolor, mostrencos y cochambre, hay luz, risa, buena gente, milagros realizados por las manos de artistas y artesanos, pero hay que verlo y admirarlo, mirarlo con ojos sanos, ojos de niño y de viejo, ojos que escudriñan para ver el misterio que palpita detrás de cada cosa y más de cada persona.
Porque se trata de mirar, pero para ver, no es otro el objetivo de toda mirada, ver lo que hay cerca y lejos, en la epidermis de las cosas y en su interior que es donde se encuentra el fundamento y la esencia, lo que cuenta, mide y pesa de verdad, lo que no engaña ni miente, porque las apariencias mienten con frecuencia y engañan muchas veces.
Y si de pensar hablamos, debemos referirnos al pensamiento basado en datos, hechos, reflexiones lo más profundas que seamos capaces. Porque antes de mirar hay que hacer algo primordial, como limpiar la mirada y eliminar todas las telarañas que impiden ver con claridad la realidad que es, insisto, compleja y nada lineal y simplista. Fuera prejuicios, estereotipos y el siempre se hizo así, que vale solamente cuando se hizo bien.
Y si de pensar seguimos hablando, hablemos de pensar bien, con limpieza, decencia, y ganas de llegar al fondo, y la mirada ganará y la visión será lo más objetiva posible, pero nunca para ganar la batalla, porque aquí no estamos hablando de guerras. Y si piensas mal, piensas mal, aunque aciertes, lo que no te lleva más que a haber pensado mal, por mucho que sigas el ejemplo del refrán turbio y maligno. Y ya sabes lo que se nos dijo para siempre: Antes de mirar la paja en ojo ajeno mira la viga en el tuyo, o algo así.
Por lo tanto: mirar y contemplar para ver, para admirar, descubrir, aprender de lo bueno y de lo malo y, mientras vas mirando y viendo, juntar las miradas de los otros que son más que la tuya y seguro que en muchos casos más acertada y con muchos más puntos de vista a cotejar, sin olvidar, claro está, lo que en siglos y siglos de historia, arte y sabiduría, los mejores nos han legado.
