ESTHER DUQUE/ DICYT
PALENCIA
En la vida de muchas personas mayores, un hecho aparentemente aislado puede marcar un antes y un después: una caída. Aunque en algunos casos no se produzcan consecuencias graves como fracturas o traumatismos, este tipo de accidentes suele acarrear una pérdida progresiva de movilidad, con el consiguiente impacto sobre la autonomía y la calidad de vida. En un contexto en el que las caídas figuran como la segunda causa de fallecimientos por lesiones no intencionales entre quienes superan los 65 años, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), contar con herramientas de prevención eficaces y accesibles se vuelve una necesidad urgente.
En esa dirección apunta un estudio desarrollado por investigadores de la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto, de la Universidad de São Paulo (FMRP-USP), con apoyo de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo (FAPESP). La investigación, publicada en la revista BMC Geriatrics, ha permitido identificar una forma más efectiva de aplicar un test clásico de evaluación del equilibrio. A partir de su análisis, proponen una variante que no solo simplifica el procedimiento, sino que amplía su poder predictivo: es capaz de anticipar con hasta seis meses de antelación el riesgo de sufrir una caída.
El equipo liderado por la fisioterapeuta Daniela Cristina Carvalho de Abreu evaluó a 153 personas con edades comprendidas entre los 60 y los 89 años. Todas se sometieron al test de equilibrio conocido como “de cuatro estadios”, una herramienta sencilla que consiste en mantener al individuo en cuatro posiciones distintas durante un periodo determinado, para valorar su estabilidad postural. Las posiciones incluyen mantener los pies paralelos, uno ligeramente delante del otro (semitándem), uno completamente delante del otro (tándem), y finalmente, mantenerse sobre un solo pie.
En su aplicación convencional, la prueba dura apenas diez segundos por postura. Sin embargo, el estudio revela que este tiempo es insuficiente para identificar desequilibrios leves, que también pueden desembocar en caídas futuras. “Sospechábamos que diez segundos no eran suficientes, y nuestros datos lo han confirmado. Muchas personas logran mantenerse ese tiempo en equilibrio aunque tengan cierto nivel de inestabilidad”, explica Carvalho de Abreu.
A través de un seguimiento durante seis meses, los investigadores comprobaron que quienes posteriormente sufrieron caídas habían mostrado un rendimiento inferior en las posiciones más exigentes del test: la tándem y la monopodal. Mientras que las personas que no se cayeron lograban mantenerse en posición monopodal un promedio de 17,2 segundos y 24,8 segundos en la tándem, quienes sí cayeron apenas alcanzaban los 10,4 y 17,5 segundos respectivamente.
Más tiempo, mayor fiabilidad
Con estos resultados, los especialistas proponen aumentar a 30 segundos el tiempo de permanencia en estas dos posiciones clave. Según el análisis estadístico, por cada segundo adicional que una persona logra mantenerse en equilibrio, su riesgo de caída disminuye un 5 %. Así, con apenas un minuto de evaluación total –30 segundos en tándem y otros 30 en monopodal– se obtiene una imagen mucho más fiel del estado funcional de la persona evaluada y de su vulnerabilidad frente a los accidentes por pérdida de equilibrio.
Este planteamiento representa una mejora notable no solo desde el punto de vista técnico, sino también práctico. “Una prueba rápida, sin necesidad de instrumentos, que se pueda aplicar en cualquier centro de salud o consultorio médico, es clave para ampliar su uso en la práctica clínica. No solo estamos facilitando la detección precoz del riesgo de caídas, sino que también estamos democratizando el acceso a esa información”, añade la investigadora.
Anticipar un incidente antes de que ocurra puede marcar la diferencia entre una vida activa y una etapa de dependencia
La importancia de intervenir a tiempo
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es que esta prueba, aplicada con los nuevos criterios, permite identificar riesgos incluso en personas que a simple vista parecen gozar de buena movilidad. Esto abre la puerta a intervenciones más tempranas, como programas de fortalecimiento muscular, revisión del entorno doméstico, ejercicios específicos de equilibrio o evaluación de otros factores de riesgo, como la visión, el uso de fármacos o alteraciones neurológicas.
El objetivo no es solo prevenir una posible caída, sino preservar la autonomía y el bienestar general. La pérdida de confianza tras un accidente de este tipo suele provocar una reducción en la actividad física, lo que agrava el deterioro funcional. De ahí la importancia de abordar la cuestión desde una perspectiva integral y anticipatoria.
De la prevención a la predicción
Durante el experimento, los investigadores también utilizaron una plataforma de fuerza, un dispositivo que permite registrar con precisión las oscilaciones del cuerpo mientras la persona se mantiene en una postura determinada. Sin embargo, comprobaron que el tiempo que una persona consigue mantenerse en equilibrio, sin necesidad de usar tecnología adicional, es un indicador igualmente válido para estimar el riesgo de caída.
Este dato resulta relevante en contextos donde los recursos técnicos son limitados. “No todos los centros de salud disponen de plataformas de análisis postural. Por eso, validar una herramienta simple como esta y confirmar su utilidad nos parece un paso importante para extender su uso en todo tipo de entornos”, subraya Carvalho de Abreu.
Aplicación clínica y nuevas perspectivas
El test de equilibrio con los nuevos parámetros propuestos no solo permite clasificar el nivel de riesgo, sino que puede ser un detonante para realizar una evaluación más profunda, teniendo en cuenta factores como la fuerza muscular, el alineamiento corporal, las capacidades sensoriales o posibles afecciones articulares. Según los autores del estudio, su incorporación en las rutinas de atención primaria y en los chequeos médicos periódicos contribuiría a reducir significativamente la incidencia de caídas en la población de más edad. La fisioterapeuta insiste en que este tipo de iniciativas deben ir acompañadas de una toma de conciencia tanto por parte del personal sanitario como de la ciudadanía en general. “Las caídas no son inevitables. Existen herramientas para prevenirlas, y es necesario incorporarlas a la práctica clínica como se hace con otras pruebas rutinarias. Evaluar el equilibrio una vez al año debería ser tan habitual como medir la presión arterial o el nivel de glucosa en sangre”, propone.
Un modelo replicable
Los responsables del estudio esperan que su propuesta pueda trasladarse con facilidad a otros países, sistemas sanitarios y contextos culturales. La simplicidad del test y su bajo coste lo convierten en una herramienta ideal para aplicar en campañas de prevención, programas comunitarios, visitas domiciliarias o unidades móviles de salud.
Además, destacan que la modificación del protocolo podría aplicarse también en centros de día, residencias, asociaciones de mayores o espacios de actividad física adaptada. El único requisito es contar con profesionales formados en la interpretación de la prueba y con capacidad para derivar a los usuarios hacia los servicios adecuados en caso de detectar señales de alarma.
Más allá de las cifras
Aunque el análisis estadístico del estudio respalda con claridad la eficacia del nuevo enfoque, sus impulsores insisten en no perder de vista la dimensión humana del problema. Cada caída evitada representa una vida con menos sufrimiento, una familia menos preocupada y un sistema sanitario que evita un coste económico y emocional considerable.
A menudo, quienes atraviesan la vejez de forma activa y saludable no perciben que puedan estar en riesgo. Sin embargo, el equilibrio es una función compleja y sensible, que puede deteriorarse de manera casi imperceptible hasta que un día se manifiesta con consecuencias graves. Por eso, subraya Carvalho de Abreu, el test debe entenderse como una herramienta de empoderamiento, no de diagnóstico: “Nos ayuda a estar un paso adelante, a no esperar a que suceda la caída para actuar”.
Hacia una atención más preventiva
El trabajo del Laboratorio de Evaluación y Rehabilitación del Equilibrio (Lare) se inscribe en una tendencia global que promueve el paso de un modelo reactivo a uno proactivo en el cuidado de la salud. Esta lógica busca intervenir antes de que los problemas se manifiesten en toda su gravedad, especialmente en etapas de la vida donde el margen de recuperación es más reducido.
Con esta nueva metodología, el test del equilibrio se convierte en una herramienta de prevención de alto impacto, aplicable sin grandes recursos y con beneficios potenciales tanto a nivel individual como colectivo.
Una oportunidad para mejorar la atención gerontológica
El estudio también pone de relieve la necesidad de continuar investigando en el ámbito del envejecimiento saludable. La mejora de las pruebas clínicas, su accesibilidad y la sensibilización del entorno médico y social sobre los riesgos asociados a las caídas son claves para avanzar hacia una atención centrada en la persona. En este sentido, el test rediseñado no solo contribuye a una mejor valoración funcional, sino que se alinea con los principios de dignidad, autonomía y participación que deben guiar toda intervención con personas de edad avanzada.
Anticipar una caída seis meses antes de que ocurra puede marcar la diferencia entre una vida activa y una etapa de dependencia. El estudio impulsado por la USP y la FAPESP ofrece una alternativa simple y eficaz para mejorar la detección del riesgo de caídas, con implicaciones prácticas para la atención sanitaria de millones de personas en todo el mundo. Apostar por la prevención, en este caso, no solo salva vidas: preserva independencia, seguridad y bienestar.
