“Hace algunos años y mientras estábamos en el jardín de nuestra casa, mi nieto Daniel observaba atentamente un caracol. De pronto, dirigió su mirada hacia mí y me hizo una pregunta muy difícil de responder: ¿Por qué es tan lento el caracol?
Le dije que no tenía una respuesta en ese momento, y le prometí que le contestaría, no sabía cuándo, pero lo haría”. Luis Sepúlveda
Y el escritor se inventa una historia, contada en un librito, para responder a esa pregunta, y pienso que sería buena para el taller de escritura creativa que consistiría en algo tan sencillo como escribir una historia que dé respuesta al nieto de Sepúlveda:
¿Por qué es tan lento el caracol?
Síntesis de la historia: Había una vez un caracol que, aun aceptando la vida lenta, deseaba conocer los motivos de aquella lentitud y el porqué de no tener nombre. E inició el viaje. Encontró a un búho que estaba en lo alto de un árbol.
Una pregunta, Sr. búho
Será mejor que subas.
Y al llegar le hizo la pregunta.
Eres lento porque cargas con un gran peso, le respondió el búho.
No le pareció convincente la respuesta porque no consideraba pesada la concha.
Pues no tengo respuesta, deberás encontrarla tú mismo.
Y siguió caminando y haciendo preguntas.
Un viejo caracol le amonestó que estaba cansado de sus preguntas y en cuanto a los nombres, que es una prerrogativa de los humanos. Y que si insistía le expulsarían del prado.
Pues me iré y volveré cuando sepa por qué somos tan lentos y cuando tenga un nombre.
Encontró una tortuga creyendo que era una piedra y se subió a ella.
No soy una piedra, y ya ves, nos parecemos. Soy una tortuga. Y le enseñó el olvido de los humanos hacia ella. Le contó que cuando un humano hacía preguntas incómodas le llamaban “Rebelde”.
Rebelde, me gusta ese nombre. Y a ti te pusieron un nombre.
Sí, “Memoria”, porque nunca olvidaba el camino de ida y vuelta.
Siguieron caminando hasta descubrir una carretera de asfalto y máquinas veloces y sintió algo extraño.
Miedo, se llama miedo le dijo la tortuga.
Dudaba el caracol si quería saber el porqué de su lentitud.
La tortuga le mostró cómo gracias a su lentitud se habían conocido, hecho amistad y dado un nombre.
Siempre te llevaré conmigo, le susurró el caracol.
Se encontró con hormigas, lombrices, hurones… y en un momento dado los caracoles le seguían a la búsqueda del País del Diente de León, un lugar de hojas apetitosas.
Termina la historia describiendo al caracol satisfecho por haber aprendido la importancia de la lentitud que le había permitido un viaje tan excepcional y tener un nombre.
