
Según la RAE, la palabra mantra procede del sánscrito y literalmente se traduce por pensamiento. Los hinduistas y budistas emplean esa reflexión a través de palabras, sílabas o frases sagradas que se repiten de manera constante para invocar a la divinidad o bien como apoyo a su meditación.
Desde hace un año, muchos han sido los mantras que se nos han ido vendiendo, especialmente por parte de nuestras autoridades: mantener la distancia de seguridad, lavarnos frecuentemente las manos, evitar el contacto físico… y todos ellos han ido calando poco a poco en una sociedad que ha asumido, casi con resignación espartana, todas las medidas. Pero junto a este tipo de declaraciones he tenido que escuchar otras del tipo: “los bares no son seguros, pero los centros educativos sí”.
Déjenme que les diga algo: como docente he puesto todo de mi parte por evitar que en mi centro escolar se llevarán a cabo todas las medidas sanitarias. Y aun así, hemos tenido casos; he visto sufrir a compañeros por tener que poner en cuarentena sus aulas, mientras salían llorando de las mismas, ante el miedo de que aquel contagio fuera a más. ¿Y hemos hecho algo mal?, me lo he preguntado cientos de veces. Y constato cómo todos mis compañeros, sin excepción, ventilan frecuentemente las aulas, reparten al alumnado por distintas zonas del patio durante sus momentos de asueto, obligan a echarse gel hidroalcohólico antes de retornar a las aulas, se les toma la temperatura y se separan en clase a más de 1.5 metros, por no hablar de algo ya tan cotidiano como la mascarilla.
Que hemos hecho cosas mal está claro, no somos ningunos héroes. Pero lo que tengo claro, es que nuestros centros escolares son el reflejo de la sociedad. Aunque no tenga datos oficiales, he comprobado que cuando surgía una primera, segunda y tercera ola, el número de casos en los centros aumentaba exponencialmente. Y sin embargo, hemos seguido escuchando que los colegios eran seguros. Incluso antes de que empezara el curso escolar, ya en el mes de agosto, vi por la televisión que la ministra de Educación, al igual que muchos consejeros del ramo, repetían la misma cantinela: tranquilidad, que los centros educativos son seguros.
Miren, yo no soy médico, pero hablo como docente: los colegios, los bares y restaurantes, los gimnasios, los espacios cerrados… han sido seguros e inseguros como el movimiento de las olas lo ha permitido.
¿Y entonces por qué nos venden esa canción?, pues muy sencillo, porque nuestras guarderías, colegios, institutos, centros de adultos, de fp y escuelas de arte y de idiomas son el sostenimiento económico de nuestra sociedad, especialmente para aquellos padres que tienen hijos de corta edad y ven que un confinamiento les supone un problema para su día a día laboral. Los centros han permitido que nuestra maltrecha economía siguiera funcionando, aun con muchas dificultades.
Evidentemente todos nosotros preferimos las clases presenciales, faltaría más, porque amamos nuestro trabajo, nos encanta estar con nuestros alumnos. Ahora bien, queremos hacerlo con la seguridad de que todo irá conforme, de que nuestros abuelos no terminarán en una cama de la UCI o peor aún. No nos podemos hacer insensibles ante unos datos que nos tienen que remover el corazón.
¿Y ahora qué? Pues nosotros seguiremos trabajando con nuestros campeones, los formaremos para la vida que se abre ante sus ojos y demostraremos al mundo que el trabajo de nuestros centros educativos, de profesores, familias, alumnos, conserjes, personal de limpieza y demás es un pilar fundamental de esta sociedad y que, por tanto, al igual que a otros muchos, siempre estaremos en deuda con todos ellos, pues como decía Nelson Mandela, la educación es el arma más poderosa del mundo. Y este mantra sí nos lo tenemos que repetir todos los días.
Gregorio Marlasca Ruiz
Profesor de francés IESO OJEDA-BOEDO
@letableaudetiteuf