CANTIDAD O CALIDAD

Ángel de Castro

Cuando se ha pasado la barrera de los sesenta y más habría que mirar detenidamente al reloj del tiempo y sin caer en ningún pesimismo rancio, constatar esperanzados que queda mucha vida por delante para dar sentido y gozo a los muchos años que aún quedan de vida, pero, al mismo tiempo, ser conscientes de que ya no queda tanto, que la vida apremia y nunca como ahora se hace tan corta y rápida, por lo que es menester coger al toro por los cuernos y, sin rodeos, ir a lo esencial y disponerse a sacar el mayor provecho a los años, que no importa cuántos sean como que, los que sean, lleven el marchamo de la dignidad, la coherencia, un mayor sentido a lo que se piensa y hace, sin olvidarse de seguir creciendo con más ímpetu que cuando se tenía mucha menos edad para terminar la obra, y la biografía de uno mismo, lo mejor posible.

No, no importan tanto las veces de hacer el amor a pleno rendimiento, ponderando la cantidad y haciendo alarde de ello hasta límites ridículos y machistas, confundiendo el aspecto humano integral del sexo y el amor con los coitos al contado de los sementales de la granja, porque siempre y, más ahora, los caminos son otros: el sexo abarcando toda la piel, pero dejándose llevar por el cerebro, la sensibilidad, el afecto y colocando todos los sentidos en el mismo centro de la ternura y la delicadeza.

Me gusta poner un ejemplo cuando me dirijo a los mayores con el propósito de valorar las ventajas de ser mayor, abandonando mitos y prejuicios que sólo hacen daño y prestan flaco favor en el ascenso obligado hacia la madurez: Si colocamos en una bandeja una barra de pan en bocadillo con jamón serrano del barato y al lado una cocacola y en otra bandeja un trocito de barra con jamón de bellota dentro y un vaso de buen vino de Ribera de Duero y les decimos a un joven y a una persona mayor que escojan la bandeja que mejor les cuadre, todos sabemos de antemano la elección de uno y de otro sin la menor de las dudas. La persona mayor valorará más la calidad que la cantidad, mientras que el joven necesita, por encima de todas las exquisiteces, amansar a la fiera del hambre sobre todo con cantidad.
Cuando se van acumulando los aniversarios y pasan los años con más rapidez que nunca y además sabes que ya te quedan muchos menos de los que has vivido, no tienes más remedio, si eres inteligente y sagaz, que ir más al grano; detenerte en lo que vale la pena; no convertir, por nada del mundo, una tragedia y una catástrofe en lo que sólo es una pequeña tormenta en una palangana de agua; tratar los cargos, títulos, éxitos, fracasos, triunfos y aplausos con el mismo desplante que haces a las pompas de jabón y las nubes de humo de un cigarrillo… y deleitarse en los bombones que le quedan a la bolsa, a la vida, con parsimonia y placidez, como la niña que tiene entre las manos una bolsa de bombones y come con rapidez los primeros, mientras que cuando se da cuenta de que le van quedando pocos comienza a deleitarse y saborearlos con mayor lentitud.

Es importante por ello poner en marcha todos los sentidos: para ver lo que nunca se vio o contemplar lo ya visto con mayor profundidad y detenimiento; escuchar las canciones de siempre junto con las de hoy mismo; saborear la comida con fruición haciendo de ella un acto social y festivo… Y mucha marcha a la mente para que siga activa leyendo, escribiendo, debatiendo y regalando a la imaginación y a la curiosidad la dedicación que se merecen… porque el tiempo apremia y la vida se nos escapa como el humo. ¿Calidad, cantidad? A cierta altura de años, está clara la respuesta.

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